La química

Maldita sea, quien piense que la química no influye en nuestra vida no tiene ni puta idea de nada.

La química produce reacciones.

Os cuento.

¿Era guapa? No. Bueno, tal vez a su manera. ¿Un cuerpo bien proporcionado? Digamos que de manera aceptable. ¿Una bonita sonrisa, sentido del humor, inteligente, buena persona? Eso sí, menos mal.

Pero no la aguanto.

Y allí estaba yo, urdiendo un nuevo plan, deseando que a la tercera fuera la vencida. El primero había sido demasiado simple, y además como no podía ser de otra manera vino acompañado con discusiones.

–  Cariño, en cuanto vuelvas del trabajo podrías ducharte a conciencia y echarte todo el desodorante que puedas.

Joder, aun me pregunto cómo se puede ser tan gilipollas. Aun así conseguí que lo hiciera. Pero no funcionó.

Para el segundo intento ya me esforcé un poco más en planearlo.  Aunque eso sí, no puedo evitar pensar que soy gilipollas. Me pasé tres días en casa con la nariz embadurnada en Vicks Vaporus. Qué bien huele. Y lo importante, no me dejaba olerla a ella. Pero tampoco funcionó. Al menos esta vez sólo tuve que contarle una mentira.

No funcionó pero sí me ayudó a entender el porqué. El problema era la química. No sólo el olor, que era lo que yo percibía claramente. Tenía que conseguir que su organismo cambiara de alguna manera la producción de esos agentes químicos que producían ese efecto.

–  El médico me ha mandado un complejo vitamínico que dice que es una maravilla. Anda, pruébalo tú también.

El compuesto de sus pastillas era clorofilina de cobre. Tenía que funcionar. Esta noche vendría tarde del trabajo, y era el momento de saber si funcionaría.

Los dos algo cansados, después de cenar nos sentamos en el sofá a ver juntos la tele Bueno, en realidad a mirar cada uno su smartphone…

–  ¿Qué haces?

Me pregunta. Yo, disimulando vuelvo a darle una patadita suave en la pierna. Mal vamos.

–  ¿Qué te pasa?

Vuelve a preguntarme. Decido dejar el teléfono en la mesa y acercarme a ella.

–  ¿Te lo digo en el oído?

Parezco estúpido. La voy a cagar, lo sé. Tengo la sensación que no ha funcionado.

Demasiado tarde, demasiado cerca.

Comienzo a morderle el cuello, justo debajo de la oreja. Sonríe, se estremece. ¿No se lo esperaba? No lo creo. Sigo recorriendo su cuello, mordiéndolo poco a poco. Mi mano izquierda se desliza hasta su nuca, no puede huir. Mi mano derecha agarra su cintura, ya es mía. Subo a sus labios que beso con pasión. Necesito morder fuerte sus labios pero ya se que no debo hacerlo. Mi mano derecha ya está está levantando su blusa, lo nota, y en un segundo de perfecto compas entre los dos ya esta fuera. Para el sujetador necesito medio segundo. Quería tocar sus pechos con mis manos, pero mi boca ya ha llegado. Creo que mi cerebro desconecto hace rato. Me empuja hacia atrás, me mira, y casi me arranca la camisa. Me la quito yo, creo, porque también le estoy quitando el pantalón. El vientre se levanta hacia mí, y mi boca sale de nuevo a su encuentro, recorriéndolo, sin pausa, con ansía. Vuelve a empujarme, me tumba boca arriba. Creo que su cerebro también ha desconectado. Me quita el pantalón, comienza a lamerme. Me levanto, dejándola  semitumbada boca abajo. Veamos quien come a quien. Me coloco detrás de ella, culo para arriba, y comienzo a lamer. Ese es el gemido, lo se, es hora de entrar. No podía contenerme más, iba a explotar. Le di la vuelta, le sujete las manos, fuerte contra el sofá, y comencé a moverme, despacio, para ver sus ojos, para notar sus gritos, y con fuerza ahora, con ansía, porque sé que el mundo se acaba en este momento.

Descansamos unos minutos en el sofá. Ella me decía algo, pero no la escuchaba. Yo pensaba en la química. Qué cojones tendrá que provoca esta reacción en mí.

No era sólo el olor, como pensaba al principio, lo que me volvía loco. Pero ya no estaba tan seguro que fuera la química.

Porque guapa no era. Bueno, a su manera. Su cuerpo, aceptable. ¿A ver si era porque era buena persona, inteligente, con sentido del humor y tenía una bonita sonrisa?


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